domingo, 4 de diciembre de 2016

El roble de cristal

Vientos y tempestades han arrancado las raíces del roble rojo,
que, tras verse socavado, ha acabado por reconstruirse cada vez más cerca de parecerse a una estatua de cristal; dura e imperturbable en principio, pero realmente frágil y desgastada por los daños pasados.
Esa estatua de cristal siempre intenta mantener el equilibrio, como buena estatua, pero muchas personas se acercan a ella, la miran, la tocan y le derriten poco a poco su inestable corazón hasta que toda ella se agita.
Las estatuas  no se mueven, las estatuas no tiemblan, las estatuas no se inmutan, las estatuas no recuerdan, las estatuas no sienten, las estatuas no lloran.  Pero el roble, el roble rojo siente más que nadie la energía de la tierra y todo lo que ella conecta, encarna cada emoción en sus sensitivas hojas, por sus raíces incorpora las palabras y las imágenes que lo rodean; recuerda, pero no recuerda simplemente una serie de datos almacenados como lo haría un ordenador, no, recuerda sensaciones que han hecho estremecer hasta la más pequeña de sus hojas, recuerda el poder de una mirada, de una caricia, de un momento ridículo que se convierte en un momento  de una perfección surrealista. El roble rojo viaja de un lado a otro, regala una de sus hojas a cada ser que se acerca a él y le toca, de modo que vive en cada uno de ellos y los siente parte de sí mismo. Por eso el roble rojo comparte su vida entera, se regala a los demás abriendo todo su corazón; y siente, siente los latidos de todas sus hojas dispersas por el planeta y los sentirá siempre, porque esas hojas son inmortales. Sin embargo la estatua no es más que un armazón de hielo esquivo cuya única función es preservar y no dejar entrar, ni dejar salir.
Cuando el roble se convirtió en estatua de cristal, se comprometió a serlo: una estatua de cristal deja atrás lo que haga falta y despedaza todo aquello que amenaza con hacerla vulnerable. Pero la condena de esta estatua es precisamente no serlo; esta falsa estatua es un roble rojo, y vivir como una estatua va en contra de su propia naturaleza. Es por esto que la estatua solo siente odio, solo siente rencor, solo siente amargura y rabia; pero siente, y siente mucho, y siente tanto odio porque realmente siente, porque sabe que no puede olvidar, porque siente cada una de sus hojas y es una horrible tortura sentirlas con tanta intensidad y saber que ellas ni si quiera recuerdan que forman parte del árbol que es en realidad. La estatua llora de rabia, llora desconsoladamente como lo haría un roble colmado de tristeza, y es que eso es lo que ahora siente, tristeza, nada más que una profunda e insoportable tristeza, porque el recuerdo de los momentos maravillosos parece que ya solo permanece en su tronco.

¿Y por qué? Se pregunta la estatua, ¿por qué siento tanto yo que intento ser una estatua, y los demás árboles que no luchan contra su naturaleza sienten mucho menos?
¿Y cómo? Se pregunta la estatua, ¿cómo es posible que ellos no recuerden? ¿cómo es posible que hayan cogido mis hojas y las hayan hecho pedazos después de regalarles una parte de mi?
¿Cómo? ¿Cómo es posible que me miren a los ojos y no recuerden la magia que nos rodeaba por aquel entonces? ¿Cómo es posible que desprecien tanto los recuerdos? ¿Cómo es posible que hayan convertido en ardiente carbón las chispas de ilusión que yo sentía en mis entrañas?  Yo sigo mirando, con estos ojos de corcho que revelan mi auténtica estructura de madera, buscando que aún alguno conserve mis hojas y no descuartice todo lo que compartí, todo lo que di de mi, y lo transforme en sufrimiento.  Quiero gritar de dolor, quiero llorar de pena, quiero agarrarles a todos y vomitarles mis sentimientos, quiero saber si de verdad no recuerdan, quiero saber si de verdad ha cambiado tanto lo que sienten y piensan, porque no soporto la idea de que se desvanezca toda esa magia, me lleva a las tinieblas pensar que todo aquello que ha significado tanto para mí, no haya sido nada para aquellos a los que he amado y estén dispuestos a dejar que el viento lo arrastre hasta que se difumine en el tiempo y sea como si nunca hubiera pasado. Pero ser estatua no me deja, ser estatua me ayuda a callar, me ayuda a reprimir esa necesidad, me ayuda a hacerme dura cuando soy gelatina por dentro; y no pregunto. Prefiero no preguntar porque tengo miedo a darme cuenta de que nadie siente lo que yo siento, aunque ya me he dado cuenta, pero tengo miedo a escucharlo. Y eso es lo que hace realmente mi armazón de cristal, tapar el miedo, nada más; por eso no soy estatua, solo llevo una armadura de plata que esconde mi corazón de roble. Una armadura que no es impermeable a los recuerdos, pero que al menos cubre mi rostro cuando mis lágrimas escapan por envidia al olvido…. Aunque en realidad no quiero olvidar, lo que quiero es que no olviden, que mis hojas sigan latiendo en las ramas de otros árboles, como lo hacen las suyas en mis melancólicas ramas.
Aún recuerdo de vez en cuando uno de esos momentos que me causaban esa sensación tan cálida en mi pecho de sabia, y aunque llore sonrió, y me pregunto todos los días ¿cómo es posible, cómo es posible que hayamos llegado a esto?



Esa es la historia del roble de cristal, la estatua de madera que aún permanece en el bosque, rodeada de corrientes cantarinas que a veces parecen revelar silenciosos gritos como este.



miércoles, 5 de octubre de 2016

Entrada nueva

Esos sentimientos que te cuestan enfrentar y comprender, esas sensaciones tan difíciles de expresar, esas situaciones en las que todo te desborda, todo te duele y ya no puedes más... la poesía te salva, te libera, te escucha, te descarga, las palabras se funden con mi cuerpo para liberar mi mente y hacer algo mas llevadero ese infierno interno.
Así surgen poemas como este último y me doy cuenta de lo mucho que me sirve escribir y lo que significa para mi.
El arte no es simplemente una creación con un fin estético o impactante, el arte es la forma de expresión más pura y en armonía con el ser humano, porque por muy racionale que pueda ser el ser humano, es imposible obviar esa poderosa parte de nosotros que desea volar cómo un pájaro, flotar como una hoja sobre el agua, transportarte a un mundo nuevo y no parar de soñar y sentir todo como si no hubiera mañana. Somos seres racionales, pero para bien o para mal, también somos seres emocionales. Por eso sufrimos, amamos, lloramos y reímos, a veces incluso al mismo tiempo; y por eso hemos creado el arte, para intentar plasmar lo que tan si quiera somos capaces de racionar, lo que solo podemos sentir y tal vez trasmitir, pero nunca de la misma manera que uno lo siente.

Esta es la primera entrada que publico a tiempo real, a tan solo un par de días de haber escrito la poesía, no hacía falta publicarla ya que, al fin y al cabo era para mi, para escupir en el papel parte de mi malestar, de mis preocupaciones, de mis sentimientos; pero el arte, además de ser un medio de disfrute personal, al compartirlo se convierte en nexo entre entes, entre almas, mentes o corazones; siempre despierta nuevas sensaciones o reflexiones propias y ese es mi regalo para quien quiera leer lo que escribo.

Me alegro de haber recordado por qué existe este blog, por qué lo comparto y por qué escribo; procurare no volver a olvidarlo.

Gracias  a quien lo ha valorado haciendo que vuelva a tenerlo en mente.

Un Mar de Nubes

Esos sentimientos que te cuestan enfrentar y comprender, esas sensaciones tan difíciles de expresar, esas situaciones en las que todo te desborda, todo te duele y ya no puedes más... la poesía te salva, te libera, te escucha, te descarga, las palabras se funden con mi cuerpo para liberar mi mente y hacer algo mas llevadero ese infierno interno. 

UN MAR DE NUBES

Medimos las palabras,
medimos las miradas;
para luego desahogarnos
en una canción desesperada.

Intentamos expresar,
con frases y expresiones,
una bruma emocional
que no entiende de oraciones.

Intentamos explicar
a que huelen las nubes,
no es respuesta racional
decir que es el aroma de mi piel sobre tu almohada;
terciopelo verde,
besos de miel sobre la cama.

No hay objetividad
cuando dices que soy tu estrella,
cuando blasfemas y me elevas
a una perfección que no es cierta.
Sin embargo yo empiezo a volar,
a sentir con mis manos el perfume de las nubes.
Cierro los ojos,
me quedo muda,
solo escucho la sinfonía
que crean tu respiración y la mía.

En un abrazo me inunda,
me atrapa y atrae,
una ola candente de suave espuma.
Vivo en el fondo del mar,
en el hogar de las estrellas.
Habla mi sonrisa,
dice más que cualquier palabra en mi cabeza.


Pero entonces se turbia el agua,
algo empieza a fallar,
esas mullidas nubes estallan.
Es mi maldición,
mi propia tinta
que me ciega y ata el corazón.

Enmudecen mis ojos por dentro,
mi piel llora ácido,
reina en mi el silencio;
suena un parpadeo lento.
Quiero luchar,
quiero obviar,
quiero cambiar;
pero no se que quiero primero.

Se quiebran mis venas,
me vuelvo estatua inquieta.
Mi sangre se convierte en arena,
mi cuerpo ya no tiembla más que de miedo.
No siento apenas,
gritos exasperados me condenan.

De nuevo recurrimos a palabras,
pues mi mirada,
fría y desilusionada,
ya no habla.
Sufres frustración de entendimiento,
mientras no distingues
como yo muero por dentro.

No tengo palabras,
no tengo oraciones;
o tal vez si,
pero están desordenadas,
perdidas entre las velas apagadas.




Esas emociones,
miedos y temores;
se clavan como espadas
en los nervios de mi pecho;
rompiendo conexiones
que me unían con el cielo.
Miro a mi alrededor,
no veo,
no veo más que un sol oscuro
iluminando todos mis defectos.

Y no entiendes,
nadie entiende;
solo quiero ver la luna,
alcanzar las estrellas,
estar a su altura.
Pero no entiendes,
nadie entiende;
porque esas estrellas son mis dioses,
son los fantasmas de mis temores,
sombras que persigo asustada
que me destrozan,
que desgajan mi piel
y me presionan;
me atraen y enloquecen
volviéndome su sirviente.
Pero no entiendes,
nadie entiende;
que vivo atrapada
en una libertad creada,
que no tener barrotes me enjaula,
que tenerlos,
me hace desgraciada.
Pero no entiendes,
nadie entiende,
ni si quiera yo logro entender.

Miro, sufro y aprendo;
trato de tomar apuntes en mi cuaderno de carbono,
me hago fuerte y lo intento;
pero no es suficiente…
Me torturan los recuerdos,
no quiero ayuda,
pero siento que no puedo;
objetivos que me torturan
y hacen que me aleje de ti y tu cura.

No quiero más besos azucarados,
no me los he ganado.
No quiero consuelos de algodón,
no son fundamentados.
No quiero más caricias de seda,
ya no disfruto igual con ellas.

Puede que eche de menos tus abrazos,
puede que recuerde con dulzura el yogur en mis labios;
con nostalgia y frustración,
porque sé que el aceite soy yo.

No puedo esperar que comprendas
mi química emocional,
mi mente y piel complejas.
Sufro mientras sufres,
sufro por sufrir,
sufro porque es mi naturaleza
alertarme cuando soy feliz.

Y es que no hay razón,
pero la tengo toda,
solo estoy buscando la canción adecuada
para tantas letras desperdigadas.
Es la forma de encontrarla:
buscar notas,
probar,
seguir buscando
y exigir un poco más.




Se hace arduo el camino,
peciolos inocentes y asesinos.
¿Será este el mío
o debo seguir testando recorridos?
Yo elijo mejorarme,
aunque sufra en el desvío.
Destrozo ramas en el camino,
se me clavan en las llagas
de mi hígado descosido.

Odio alejarme,
esta vez es más difícil;
pero no puedo seguir,
no soporto la idea de rendirme,
de resignarme y  no ser feliz.

Puede que haya otra manera,
que solo deba andar,
que solo deba fluir,
que solo deba dejarme llevar.
Puede que haya otra respuesta,
para disfrutar sin huir,
para vivir por siempre en un mar de nubes.
Pero no me deja mi cabeza.
Necesito volver a empezar,
reconstruirme entera.
Aunque nunca olvide
todo lo que soy y era.

Las despedidas a veces nunca acaban,
a veces nunca empiezan,
a veces son falsas,
a veces verdaderas;
a veces muy deseadas
otras totalmente desesperadas.
Medimos las palabras,
medimos las miradas,
para luego desahogarnos

en una canción desesperada.







jueves, 10 de septiembre de 2015

Una vida y media

UNA VIDA Y MEDIA


Una y otra vez no paraba de girarme para comprobar de nuevo cuanto tiempo había pasado desde que había entrado en la sala, la lentitud con la que avanzaban las finas agujas de ese enorme y lustroso reloj, se estaba convirtiendo en la semilla de mi impaciencia. Algo iba mal, lo veía venir, sabía que no debía ser pesimista, había aprendido durante todo este tiempo que no debía ser catastrofista y los pensamientos negativos tenían que permanecer fuera de mi mente, positivismo. Me había comprometido a hacerlo, por Kyle, pero lo cierto era que no podía evitar estar en constante estado de preocupación desde que se lo llevaron de casa.
Fue todo tan duro. No había estado separado de él durante 15 años, y de repente lo apartaron totalmente de mí. Al principio había sentido rabia, frustración, ira, incluso hacia él. Dicen que es una reacción normal, que es una situación complicada, pero yo aún me siento culpable por la manera en la que lo traté, me duele a mí, tanto como sé que le dolió a él. Tras unos días en shock, empecé a comprender y aceptar la situación, apoyaría a Kyle, de la misma manera que nos habíamos apoyado el uno al otro siempre. No pude, no me fue posible estar todo lo que yo quería a su lado; sentimentalmente habría sido duro, sí, pero habría podido, somos fuertes, el caso fue, que ni siquiera me dejaron intentarlo. Ellos creyeron que sería más conveniente empezar a hacer vidas separadas, por lo que pudiera pasar. Para mi eso fue una condena. Todo en casa me recordaba a él, cada persona con la que me cruzaba me preguntaba por él, sobre todo a partir de que la noticia se expandiera hasta llegar a oídos de toda la ciudad. Con el tiempo aprendí a dejar de contestar con dolor, el dolor solo causa más dolor. Optimismo, esa era la clave, si yo me mostraba fuerte, sin dramatismos y con positivo, todo adquiría algo de luz, la situación parecería ir mejor. Y así lo hice; fue difícil, pero mereció la pena. Merecía la pena dejar de ver miradas piadosas, merecía la pena dejar de sentir esas palmaditas en la espalda, merecía la pena dejar de escuchar esas palabras de consolación que carecían de sentido para mí, merecía la pena cambiar todas las expresiones de tristeza por una sonrisa de superación, merecía la pena que siguiésemos adelante, preparados para lo que pudiera pasar. ¿Que qué era lo que me daba las fuerzas para mantener esa actitud? Verle todos los días. Daba igual lo que tuviera que hacer, el día, la hora, o los obstáculos que se cruzasen en mi camino, todos los días allí estaba yo, deseando que el ascensor que llevaba a la quinta planta quedara libre; pero mis ansias por pasar un rato con él eran tan inmensas que decidí dejar mi característica vaguería en la puerta para subir por las escaleras. Me daba igual, lo único que quería era aprovechar el tiempo, su tiempo. Estando con él las horas pasaban fugaces y siempre acababa llegando tarde a casa. Montones de risas, anécdotas diarias y cualquier cosa usábamos de pretexto para pasarlo bien el rato que podía verle, y no puedo negar que alguna de las nuestras liamos. Me daba tanta alegría verle, le echaba tanto de menos; el nuestro era un vínculo muy especial.

Con el tiempo empezó la inevitable terapia, y todo se volvió más doloroso aún. Kyle ya no tenía la misma cara de ángel, según decía mamá, estaba… apagado… Era lo común, demasiado bien le estaba sentando según los médicos. Mamá estaba destrozada…
A Kyle no le sentaban del todo mal los gorros de lana, pero pasado un tiempo se resignó a llevarlos. Las sonrisas empezaron a apagarse de nuevo, las energías de Kyle iban decayendo, pero yo no pensaba renunciar al optimismo, había hecho de él mi modo de vida estos últimos dos años y sabía que podía usarlo de apoyo y todavía podía reavivar la llama que en los cristalinos ojos de Kyle se estaba debilitando.

La última vez que fui a visitar a Kyle fue hace dos días, estuve atareado preparando la selectividad y aunque me sentó mal, tuve que concentrarme unos días solo en ello, pero hoy quería pasar el día con él. Esta vez mamá me acompañó, quiso pasar ella primero, no la hice contarme el motivo, tan solo la esperé. Pero la espera ya se estaba haciendo insufrible.
Mis ojos celestes recorrían de un lado a otro la estancia: el reloj que ralentizaba el tiempo, los contoneos de las enfermeras, el constante tecleado de un ordenador poco discreto, el llanto enfermizo de un bebé… Todo ello me llevó a un espiral de desesperación. Hasta que la vi.
Ella se acercaba lentamente por el pasillo, cabizbaja, minutos antes me había parecido verla discutir con uno de los doctores de Kyle. Detuvo sus pasos en mitad del pasillo, algo pasaba por su cabeza, incluso a aquella distancia fui capaz de darme cuenta de la lucha interna que se estaba batiendo en la profundidad de su corazón en ese momento. Alzó la vista y clavó sus profundos ojos en los míos, mantuvo esa mirada unos instantes, hasta que no pudo soportarlo más, se derrumbó y vi como se alejaba ocultando su cara tras sus temblorosas manos. Una fría lágrima resbaló hasta mis labios. Ella no podría volver a mirarme a los ojos, no, ella no podría volver a mirarme. Yo ya tan solo sería el retrato andante de su hijo muerto por cáncer. Kyle… mi compañero de vida, de planes futuros, de recuerdos únicos desde aquel día en que dos gemelos traviesos llegaron al mundo con sus gritos atronadores causantes del insomnio de toda la planta del hospital.
Yo no había perdido a un hermano, había perdido la mitad de mi mismo.
Me había preparado para esto, sabía que podría pasar… pero no pude reaccionar, de ninguna forma, era mas duro de lo que pude imaginar. En el fondo siempre había pensado que todo volvería a ser como antes, pero me equivoqué. Algo bloqueando mi pecho cortaba mi respiración, había desvanecido mis esperanzas, había destrozado mi sonrisa, mi positivismo de hormigón.

[Marzo 2014 - Concurso literario]




jueves, 9 de julio de 2015

Diamante Marchito


  DIAMANTE MARCHITO



Una bruma incesante
perturba mi alabanza,
devastadora incertidumbre
como tremenda ola me alcanza.

Fijo mis receptores de murano
en un mar de espuma,
una poderosa espesura
inunda esos cristales en vano,
convirtiendo en amargura
un recuerdo pagano
cuyo único y fatídico objetivo
era el de no ser olvidado.

Esos luceritos
que desprendían tanta belleza,
acabarían siendo cohibidos
por aquellos mensajes de tal dureza.

Un momento de alivio,
un momento de frescura,
hermoso retrato
de una realidad en desmesura.
Mejor aún de lo imaginado,
alcanzando el deseo
de un paraíso incierto,
esperas ansioso
haber hallado el secreto de la perfección
en un momento milagroso,
de riqueza absoluta,
sin matiz avaricioso.

Entonces empieza,
ese vacío en las profundidades,
la sensación de que falta alguna pieza,
pérdida entre tus especialidades.
Todo lo conseguido
pierde su fortaleza de diamante,
se vuelve fruto marchito
y se desprende del talante.

 Cualquier destello fugaz
que habitaba mi propia ladera,
ahora no es más
que una despreciable chimenea;
de la que brotan,
una tras otra,
las vergüenzas de mi tierra,
aumentando sin demora
las malas hierbas de mi cosecha.

Una tremenda desesperación
invade mi débil ser.
Cobarde corazón
al que le han quitado la sed
de hacerse con la razón
y demostrar su valor.
Una voz destrozó su fragante escudo,
provocó una grieta visceral
que dio paso al fuego oscuro;
en mi sueño carnal,
en mi mundo,
un hermoso lugar
que una vez fue lo que no pudo.

“Te quiero”
Un susurro que acaricia mi piel,
un beso turgente de miel;
vuelve y tortura
con eso que podría
pero que ya no cura.

“Lo siento”
Un aliento certero
que hace brotar mi calor,
evitando borrar el recuerdo.

Un sentimiento de presa,
impotente y atrapado,
por esa última mueca
cuyo poder no es escaso.



[Marzo 2015 - Concurso literario]





ALMAS GEMELAS & la igualdad entre desiguales iguales

Yo nunca he creído en las almas gemelas. Un alma gemela, una persona igual a ti, predestinada a encontrarse contigo y así, juntos, gracias a esa gran compenetración, crear un vínculo muy fuerte; un vínculo tan fuerte que llega a ser un vínculo de almas, para de esta forma completarse el uno al otro.

Esta idea resulta bastante contradictoria, ya que precisamente una persona que sea idéntica a ti, no será la persona con la que mejor encajes, sino todo lo contrario. Cuando dos personas tienen las mismas manías y la misma proporción de características definidoras de su personalidad, es mucho más fácil (por no decir seguro) que las disputas sean mucho mayores; ya que ambas personas, estas dos “almas gemelas”, tendrán las mismas ambiciones, defectos y virtudes. Con la unión de dos almas idénticas no creo que lo que se fuera a formar precisamente fuera un vínculo perfecto, en vez de esto, una cada vez más intensa nube de competencia e incomodidad se iría cerniendo sobre ellas y su único fruto sería una ruptura más señalada de un alma partida en dos.
Precisamente las personas que pueden llegar a crear un vínculo realmente especial, son aquellas almas opuestas, las cuales teniendo sus diferencias, consiguen sacar el máximo provecho a su encuentro aprendiendo la una de la otra, lo que carecen y lo que rebosan. Además, con una unión así, el resultado es mucho mayor y agradable para estas almas que se ven enriquecidas por la sabiduría y la compañía de otra persona con sus diferencias; siendo así la tolerancia el medio de unión más fuerte entre dos extremos, y el aprecio la raíz común que mantendrá dos almas antónimas juntas. Sin ser gemelas, dos almas complementarias, dos almas que muestran al mundo el mayor logro humano aún en busca y captura: La igualdad entre desiguales iguales.
Todos somos humanos, todos somos iguales, pero en concreto todos somos diferentes. En esa desigualdad dentro de la igualdad, algunos encuentran su equivalencia por medio de la diferencia con un complementario que les abre los ojos.
Suena complicado y contradictorio ¿Verdad? Así son las relaciones.

En realidad, a mi personalmente nunca me ha gustado hablar de nosotros como “almas”, esa inducción por lo místico que tenemos las personas siempre me ha parecido poco científica y acertada, más aún por el hecho de que veía el alma como una figura religiosa más, y no soy muy dada a rezos precisamente. Sin embargo, he llegado a la conclusión de que esta teoría no está tan equivocada y no tiene por qué basarse precisamente en lo eclesiástico.
Ahora creo que el tema de las almas una cuestión más bien de energías. Todos estamos formados a partir de energía y volvemos a transformarnos en ella una vez que hemos dado todo lo posible de nosotros mismos, así esta energía vuelve a la tierra, de la que formamos parte. Luego, lo que esto quiere decir, es que puede que todos estemos conectados, por que al fin y al cabo esa energía conjunta, es la que conforma nuestro mundo, llamándola almas, o como sea que las queramos llamar.

Como ya he dicho, nunca he sido muy dada a las almas, y mucho menos las almas gemelas. Ese rollo de “la media naranja” y cosas así nunca han tenido verdadero sentido para mi. Yo creo que una persona debe ser su propio complementario. Para ser feliz uno no necesita más que estar a gusto consigo mismo y lo que le rodea, no depender de nadie para alcanzar la felicidad. Cada uno es su propio medio para ser feliz.
Pero debo reconocer que cuando encuentras a una persona con la que de verdad te sientes a gusto, con la que no tienes que plantearte el cómo comportante, y las apariencias dejan de tener importancia, tu verdadera forma de ser sale a la luz y empiezas a tener esa sensación tan maravillosa de sentirte querido tal y como eres, empiezas a reflexionar sobre las palabras “alma gemela”. Es una gran suerte cruzarte en la vida con una persona con la que disfrutes cada rato que pasáis juntos, incluso sin hacer gran cosa; pero es aún más perfecto, cuando te das cuenta de que ese vínculo del que ya he hablado, se ha creado de la forma mas sencilla y natural entre vosotros. Admirar a una persona, por su forma de ser, ser capaz de ver con admiración su gran belleza interior que tanto capta tu atención, y precisamente por todo ello empezar a ver la vida de otra forma, con sus ojos, con sus palabras, con todo lo que esa persona a la que quieres y aprecias está aportando a tu vida. Una compenetración que va aumentando momento a momento causándote incluso asombro y que te hace sentir realmente a gusto, un sentimiento de comodidad pero a la vez emoción. Y ese vínculo se consolida aún más cuando esa persona, siente y agradece esa unión tanto o incluso más que tu. Quién sabe, tal vez tan solo es una relación humana más, entre todas ellas, pero sentir algo tan especial te puede hacer dudar de si tal vez, todo aquello de “unión entre almas” contiene algún ápice de certeza en lo mas profundo de su significado. Puede que indagar no solucione mis dudas, pero ello no me hará cambiar de parecer respecto a mi valoración a esta gran persona ni mis sentimientos hacia ella. Tan solo dos personas más en el mundo, que aprovechan su tiempo y disfrutan de poder aprovecharlo juntas.


Paralelamente, lo cierto es que mi mente cada vez está más abierta a nuevas teorías y posibilidades, y no puedo negar esta de las almas (en general), cuando realmente no sé si podría ser la correcta, ¡quién sabe! La verdad es que hermosa es, pero estoy segura de que muchas personas deciden creer en ello tan solo por el miedo a que la más decepcionante de todas las teorías sobre lo que hay más allá de la vida sea cierta: la teoría de la muerte, simple, sin más, sin nada después de ella, el final. Muchos se niegan a creer que esa sea la respuesta a sus preguntas sobre la vida, y tienen fe en que haya algo más. Sea como quiera que sea, lo que yo tengo totalmente claro es que lo más importante es aprovechar esta vida que nos alimenta y nosotros alimentamos cada día, llena de energías, almas, o a saber qué; pero sobre todo llena de sonrisas, momentos, alegrías, experiencias, y personas con quien compartirlas.


[Junio 2014]


La vida y la muerte

La vida y la muerte, dos realidades tan opuestas pero cercanas al mismo tiempo… Nunca sabes cuando va ha llegar el día en el que ese importante paso de un mundo a otro se realiza, en el que todas tus experiencias vividas y las que no te ha dado tiempo a vivir se unen para crear el fin de tu historia y acabar en un profundo y eterno sueño. Puede ser más o menos doloroso, pero la crueldad y el sufrimiento que conlleva la muerte nunca va a dejar de repercutir en todos los corazones que, de algún modo, han sido parte en la vida de esa persona y su muerte se lleva con él ese pequeño fragmento de nuestro corazón que nosotros intentamos utilizar para que su recuerdo nunca desaparezca y perdure para los restos.

Siempre pensamos que este desvanecimiento de vida nos queda aún muy lejos, y tenemos mucho por vivir; a menudo es cierto, y más cuando esta es la visión de un adolescente como yo. Sin embargo, en esta vida nada es seguro y siempre puede ocurrir una tragedia, por eso es muy importante darle valor a la vida, saber apreciar todo lo que ella te da y todo lo que tienes, dejar de llorar y sufrir por cosas que no valen la pena y no perder el tiempo con enfados, reproches y estando demasiado pendientes de los demás. Es tu vida y tu eres quien debe aprovecharla, porque puede que llegue el día en el que ya sea demasiado tarde; y cuando llegue ese momento no querrás haber desperdiciado tantas horas de tu vida que podrías haber invertido en disfrute, risas, besos y muchas otras formas buenas de aprovecharlo. Siempre se dice “Vive como si no hubiera mañana” a mi concretamente eso me parece muy exagerado, tampoco puedes dejar todo lo racional a un lado y hacer todo  lo que te apetezca sin pensar en tu futuro, porque te espera un futuro y tú eres quien lo escribe poco a poco. Por otro lado, tampoco se puede vivir atemorizado por la idea de la muerte y pretender vivirlo todo lo más pronto posible; todo llega a su debido tiempo y no debes cambiar el buen curso de las cosas.
La vida es más larga para unos que para otros, y es por esto por lo que simplemente debemos aprovechar todas las oportunidades que se nos presenten, con sensatez, claro está, pero también con mucha visión recreativa, porque al final una vida corta pero feliz y satisfactoria es mejor que una larga, aburrida y amargada vida. Todo consiste en el equilibrio, y sobre todo en valorar y apreciar siempre todo lo que tienes; ser optimista. Si vives, vive bien, por lo menos hazlo por quienes no han podido.

Ya basta de tirarse días enteros llorando por un chico/a, porque no te hablan por el whatsapp, porque alguien te ha llamado feo/a, gordo/a, porque no encuentras sentido a tu vida, porque tus padres no te dejan salir hasta la hora que querrías o ir a una fiesta… ¿De verdad hay gente que piensa que ese es el fin del mundo? Pues sí, la hay, y por eso quiero decirles a todos ellos (incluida a mi misma) ¡Despertad de una vez idiotas! La muerte sí es una tragedia, no tener qué comer sí es una tragedia, no tener casa ni familia sí es una tragedia, tener una enfermedad horrible e irreparable sí es una tragedia, vivir una guerra, sufrir violaciones y maltratos, morir de meningitis con solo 14 años… eso es una tragedia; y ocurre, todos los días.
Si lloras, si sufres, que sea por algo importante, por una verdadera tragedia, sino te estarás burlando de todos los millones de personas que de verdad sufren en terribles condiciones, y que darían lo que fuesen por estar en tu situación y no la suya, piénsalo dos veces antes de decir que tu vida es una mierda, porque es muy probable que otra persona que no tiene tanta suerte se merezca más esa vida que tu.

Todos sabemos lo doloroso que es ir notando poco a poco, día tras día, esa ausencia; ese profundo vacío que ahueca tu pecho cuando alguien especial te abandona, y más cuando te toca ser fuerte. Hay muertes muy injustas y otras que ya estaban tardando en llegar. La muerte de un ser querido causa lágrimas y recuerdos, algunos incluso que ya se creían enterrados, puede que te deje hecho polvo. Puede que no tengas ganas de nada y que lo pases muy mal, aunque no sea tu guerra, y estás en tu derecho, pero siempre debes recordar que el dolor cesa, que la vida, no siempre justa, decide por nosotros la mayoría de los acontecimientos y, después del luto, quedan las inolvidables imágenes guardadas en tu mente y corazón, capaces de hacerte derramar una sencilla lágrima que resbale por tu mejilla hasta la comisura de una sutil y melancólica sonrisa; y es entonces cuando empiezas a comprender que la muerte no es más que otro principió que conlleva un final, como todos. Es doloroso pero se acaba afrontando, y así poco a poco tal vez llegues a afrontar ese miedo a la muerte que todos tenemos al principio; y cuando estemos cara a cara con ella, en el corredor final, seamos capaces simplemente de darle la bienvenida dándonos por afortunados después de todo lo vivido.
Las muertes no se olvidan, pero la vida tampoco, y las almas menos.
Todos en nuestros corazones, descansen en paz.


Se lo dedico a mi abuela  que me dejó el primer vacío en mi corazón hace 5 años y a mi recientemente fallecido amigo de la infancia Javier Martín Hidalgo, nadie se merece una muerte tan temprana, tan rápida y tan cruel, y menos tú. DEP

[Julio 2013]