domingo, 19 de abril de 2015

Toda historia merece ser contada

Toda historia merece ser contada.

Dana siempre fue una chica fuerte, inteligente, tenaz e independiente, también divertida, simpática y sociable cuando cogía confianza, aunque a la vez era un poco tímida e insegura. Desde muy joven fue muy madura, pero sobre todo muy buena persona. Siempre intentaba ayudar a los demás, aunque no se lo mereciesen, ella pensaba que todo el mundo era bueno y merecía su ayuda y que no había nadie que hiciese las cosas a mala idea, sino que se equivocaban y no sabían como rectificar. El problema era que con esa mentalidad, la gente, que en realidad no era como ella pensaba, se aprovechaba de ella sin que se diese cuenta. Hasta que un día abrió los ojos, debido a su primera relación seria con un chico que no se la merecía y que cuando ella se pensaba que no les podía ir mejor y que era maravilloso, lo que él estaba haciendo era aprovecharse de la situación y manejarla. La hizo daño, mucho daño. Dana solo era una niña y Lucas la hizo sufrir como nunca hasta ese momento; la hizo sentirse sin importancia alguna en esta vida y llegó a pensar que era el fin de su mundo. Fue entonces cuando empezaron sus primeros  sufrimientos.
Empezó a sentir como el dolor se te puede clavar de una manera tan penetrante que casi no se puede soportar, pero ésto no sería nada comparado con lo que le esperaba… Por suerte Dana se dio cuenta a tiempo de que si esa situación continuaba le arruinaría la vida y acabó con todo aquello.
Esto cambió a Dana, realmente que la cambió, ella nunca le había deseado nada malo a nadie, pero entonces se dio cuenta no solo de aquello sino de muchas otras cosas que había estado aguantando y que no había visto. No iba a permitirlas más. Ahí fue cuando la niña inocente que era, desapareció. Con solo catorce años tuvo que aprender una de las lecciones más importantes de su vida, lo que la hizo madurar rápidamente, pero también sufrir y desconfiar demasiado pronto.

Dana siguió siendo una buena persona, pero endureció y se ganó el respeto que siempre había deseado entre la gente. Ya nadie era capaz de aprovecharse de ella ni de engañarla; como se suele decir, lo que no te mata te hace más fuerte. Se centró en sus estudios y cambió de aires, conoció a gente nueva y estuvo disfrutando durante años su nueva situación con amigos de verdad, relaciones amorosas sanas y enriquecedoras, una buena situación familiar y tantas otras cosas que siempre había querido. Se convirtió en una joven atractiva y con futuro, y sobre todo más segura de sí misma que nunca.

Con dieciocho años Dana tenía muchos planes e ideas: Viajar mucho, ser una estupenda bióloga (para lo que ya apuntaba maneras), ahorrar para un coche, conseguir un trabajo y más tarde irse a vivir a algún sitio boscoso y natural. Lo que más amaba ella en este mundo era la naturaleza.
Dana ya estaba empezando a decidir por donde empezar, pero algo se cruzó en su camino. Un día otoñal de los que tanto le gustaban fue a dar un paseo y de repente alguien dijo su nombre con poca seguridad. Cuando Dana se dio la vuelta se quedó tan perpleja que no supo ni que decir…

-     ¡Dana, eres tú! No me lo puedo creer, estás estupenda.
-     ¿Lu- Lucas? Cuánto tiempo…

Lucas saltó a abrazarla y darla dos besos antes de que ella pudiera reponerse del shock.

-     ¿Qué haces en la ciudad? Me dijeron que te fuiste a vivir con tu padre.
-     Y te lo dijeron bien, pero he vuelto, he conseguido un trabajo aquí, no es gran cosa, pero   algo es algo y esta ciudad me trae muchos recuerdos.
-     Am, pues bienvenido de nuevo, supongo. Cómo es el tiempo, cuatro años ya…
-     Sí, y que lo digas, ¿me dejarías invitarte a un café? Solo un café, o lo que quieras, lo        prometo.
-     Mm… No sé… Es que… Bueno está bien, pero solo uno.

Dana y Lucas estuvieron horas y horas hablando, hacía cuatro años que no se veían, aunque Dana tampoco había querido verle más desde aquella agresiva y dolorosa relación y ruptura que la marcó tanto. Ella aún no había olvidado todo lo que le había hecho y se sentía un poco incomoda con él, la hacía sentir... Vulnerable. Pero ese día todo cambió. Estuvieron hablando de los caminos que habían tomado sus vidas, sus cambios, sus planes, y finalmente Lucas no pudo más y sacó el tema…

-     Dana, quiero que sepas que he cambiado, sé que fui un cabrón por todo lo que te hice, que no te lo merecías y que fui un idiota y no supe valorar lo que tenía. En esa época yo solo pensaba en... No sé en lo que pensaba, era joven e inmaduro y no sé como pude mentirte y hacerte tanto daño, no sabes cuanto me arrepiento.

Se hizo un incómodo silencio y Dana se volvió a sentir como la niña de catorce años con el corazón roto que había sido, y bajó la cabeza…

-     Dime algo por favor, sé que no merezco ni eso, pero te aseguro que lo que pasó me  cambió, como veo que tú has cambiado y quiero volver a empezar de cero, estás preciosa ¿sabes?
-     Lucas, creo que debería irme, ya sabía que esto no iba a ser una buena idea.
-     No, no, perdóname, tienes razón, no sé por qué he sacado el tema. Dana por favor olvida lo que te he dicho si es lo que hace falta, quédate y seguimos hablando del futuro, de la ciudad, de lo que quieras, solo quiero estar contigo.

Dana, que casi se había levantado, al ver la expresión de arrepentimiento y clemencia en el rostro de Lucas y su mano agarrando con suavidad la suya se volvió a sentar y pidió otra copa aparentando olvidar todo aquello y cambiando de tema, pero ¿para qué engañarse? Dana no podía olvidar las palabras de Lucas, sabía que con el historial que tenía no debía creerle, seguro que esa excusa la había usado muchas veces; y aunque era un fracasado y ella no tenía motivos para sentir algo por un mal chico, problemático y raro como él, ese discurso… Consiguió abrir puertas que hacía mucho que permanecían cerradas, y la niña enamoradiza que había quedado enterrada en su interior había empezado a dar señales de vida de nuevo.

No sé como ocurrió exactamente pero esa noche acabaron los dos en el piso que Dana acababa de empezar a alquilar cerca de la universidad a la que tenía pensado ir, después de un par de bares y charlas más. Y los sentimientos que estaba claro que no habían acabado de desaparecer después de cuatro años actuaron de nuevo.

Lucas y Dana se empezaron a ver con más frecuencia, y aunque Dana intentaba reprimir sus sentimientos, que por una parte no entendía ni ella, Lucas siempre acababa encontrando la manera de verla y confundirla. Dana recapacitó, se centró en su futuro y decidió que era hora de empezar la universidad, ponerle fecha a su viaje de estudios y ser sensata y dejar de ver a Lucas, pero antes de que pudiera decidir nada ocurrió algo inesperado que definitivamente le cambiaría todos sus planes: una falta, que tras varias pruebas y una visita al ginecólogo se convirtió en un embarazo.
Cuando Dana se enteró no sabía que hacer, le dio un enorme ataque de pánico que no sabía como detener. Estar embaraza significaba estar sometida a un tipo de vida para siempre. Adiós a sus planes, a sus sueños, a la universidad, a los viajes, a todo lo que había estado esperando tanto tiempo. No sabía que hacer y lo primero que se le ocurrió fue llamar a Lucas. Cuando le dio la noticia, Lucas se puso muy feliz y empezó a hacer planes y pensar como sería su vida juntos, pero Dana, sin embargo, estaba totalmente deprimida y no supo como decirle a Lucas que no quería tener ese hijo. Lucas, al ver agobio en la cara de Dana, paró de celebrar y la empezó a preguntar cómo se encontraba. Ella no pudo más y se derrumbó; empezó a llorar desconsoladamente y a decir que ella no había pedido nada de aquello, que quería que todo volviese a ser como antes y que todavía estaba a tiempo de abortar pero necesitaba dinero. A Lucas le cambió totalmente la expresión al oír esto. Las palabras de Dana le habían atravesado tan dolorosamente que su furia empezó a aumentar cada vez más hasta que estalló a gritos.

-     ¡Ése va a ser mi hijo, ni se te ocurra acercarte a un médico sin mí! ¡Por una vez has hecho algo bien en tu vida, deja de soñar de una vez y de pensar en todas esas tonterías de viajar y triunfar que ya eres suficiente mayor como para andarte con ese tipo de gilipolleces! ¡Dedícate a lo que de verdad tienes que hacer que es cuidar de tu nueva familia, para eso estamos aquí! ¡Ahora tu vida va a ser así quieras o no y te juro que ese niño va a tener una familia con madre o sin ella, así que deja de llorar como una cría y empieza a comportarte como una mujer por una vez! ¿O es que piensas ser una mocosa que no sirve más que para aprovecharse de ella siempre? Se ve que nunca aprendes. ¡Calla y empieza a pensar como una puta madre, que es lo que vas a ser!

Lucas había hecho levantarse a Dana cogiéndola brutalmente del brazo y cada vez ejerciendo más presión y acercándosele más. A Dana le hacía daño y no podía ni hablar con todo lo que estaba pasando.

-     ¿Te ha quedado claro o no? ¡Joder, aprende de una vez a contestar cuando te hablo!

Dana era una chica con tal carácter que nunca se hubiera dejado tratar así, todo lo contrario, la nueva Dana no le hubiera permitido a Lucas levantarle la voz ni un solo segundo y mucho menos decirle todas aquellas cosas, pero con todo lo del embarazo estaba muy asustada y había ido a ver a Lucas para que la apoyase y ayudase pero resulta que la estaba prácticamente amenazando, y ya no tenía fuerzas ni para defender lo que era justo, así que lo único que hizo fui asentir con miedo hasta que él la soltó y se volvieron a sentar.
Lucas aún estaba muy alterado así que salió del piso rápidamente dando un portazo mientras Dana se echó en el sofá a llorar hasta que se quedó dormida, sin saber qué hacer, a quién acudir o con quién contar.

Al día siguiente Lucas volvió al piso a decirle a Dana cuanto sentía todo lo sucedido. Él no paraba de repetir que la amaba con todo su corazón, que el hecho de que fueran a tener algo que les uniera para siempre y que fuera otra extensión más de su belleza tanto interior como exterior le hacía el hombre más feliz del mundo y solo quería que ella se diera cuenta y compartiera su entusiasmo y que no sabía qué le había pasado, que no quería perder esa oportunidad con el amor de su vida y que quería que lo olvidasen y empezar una vida llena de amor y felicidad juntos, los tres. Entonces Lucas sacó un anillo de su chaqueta, se arrodilló y la pidió que se casara con él, dijo que iba a dar todo cuanto tenía por una vida juntos. A Dana, después de todo lo que había vivido en las últimas horas, le pareció lo mejor que le podría pasar y aceptó sintiéndose aliviada y acompañada. Así creía ella que se sentiría el resto de su vida junto a él.
La boda fue rápida y sin viaje de novios, en un juzgado de la ciudad y con lo mínimo que puede tener una boda, ya que con el dinero del trabajo de poca monta de Lucas y lo ahorrado de Dana tenían otros planes y los padres de Dana estaban totalmente decepcionados. El embarazo iba avanzando, así que una noche fueron a cenar con los padres de Dana para darles la noticia y pedirles apoyo económico. Fue una mala idea, todos acabaron discutiendo a voz en grito y soltando todo tipo de maldiciones. Sus padres decían que Lucas le estaba arruinando la vida a Dana y que cómo podía haber caído tan bajo, aunque estaban dispuestos a dar lo que hiciera falta por su hija. Pero entonces apareció el malhumorado orgullo de Lucas, rechazando toda ayuda; y les dijo que no les volverían a ver nunca, que no les necesitaban para nada y no dejó hablar a Dana, sino que la agarró del brazo, ya rojo puesto que era digamos la zona favorita de Lucas, la arrastró hasta la entrada y se fueron. Lo hecho, hecho estaba y no había vuelta atrás según Lucas, así que decidió que debían marcharse a un lugar donde tuvieran mas oportunidades.

-     ¿Marcharnos? ¿A dónde? ¡Aquí lo tengo todo! No podemos hacer eso, voy a llamar a mis padres y pedirles disculpas, y tú deberías hacer lo mismo ¡no puedes dejar que te controle tu orgullo y furia cada vez que escuchas algo que no te gusta!
-     ¿Dana no lo entiendes? Ellos no nos quieren ayudar, ya no son tu familia ¡yo lo soy! ¡he dicho que nos vamos y ya está! Nuestra nueva vida empieza lejos de aquí, yo sé lo que es mejor para nosotros, no hay más discusión.

Dana se seguía negando y seguía gritando, hasta que Lucas no pudo más, la quitó el teléfono y la empujó contra la mesa. Un dolor agudo inundó a Dana y por un momento deseó haber perdido el bebé, pero para su desgracia no fue así.

-     Dana, recoge tus cosas, nos vamos esta misma noche con el coche de mi padre, olvídate de la universidad y de todo, tenemos que ahorrar, no se te ocurra replicar mis decisiones, obedece y vámonos.

Y así fue como empezó todo, Lucas y Dana se fueron a una ciudad del Oeste; con el dinero que tenía ahorrado Dana consiguieron una pequeña casa, el dinero de sus sueños, de toda una vida maravillosa planeada que nunca podría alcanzar, dinero que sirvió por lo menos para poder darle un hogar a lo que más llegó a amar, su pequeña hijita Irina, su única razón de seguir aguantando todos los gritos, empujones y agarrones de su supuesto protector siempre que no estaban de acuerdo en algo. La única razón por la que le merecía la pena seguir día a día, sintiendo como su cuerpo, su mente y su fuerza se iban debilitando y atrofiando mientras ese dolor tan insoportable le calaba en cada rincón de su alma dejándola casi sin ninguna esperanza. Una niña nacida de violencia, obligación y errores, pero una niña que a pesar de todo aprendió a amar como nadie, el amor que su madre le enseñó a dar, un amor que debía repartir con cuidado y consciencia pero también como le guiase el corazón. Es sorprendente cómo una mujer que sufrió tanto podía seguir repartiendo tanta sabiduría y generosidad, era lo único que le quedaba a Dana, la esperanza de que su hija saliera adelante y no cometiese sus mismos errores. Aunque en esas condiciones era difícil que Irina no sufriese también, viendo día tras día como discutían sus padres, ya no solo por las decisiones a tomar, sino también por engaños y traiciones que Lucas le intentaba ocultar a Dana pero que eran evidentes. Dana ya sabía que a lo que ellos tenían no se le podía llamar amor, pero ella todavía seguía esperando que un día, él cambiara y pudieran ser una familia de verdad. Pero nunca fue así.
Todo era mucho peor que la primera vez, mucho peor que sus primeros desengaños, ella había madurado, claro, pero el problema era que Lucas seguía siendo el mismo que se aprovechaba de ella y de otras, negándolo todo y haciéndola sufrir más que nunca, siempre acabando por echarle toda la culpa a Dana y, como no, darle la paliza que, según él, se merecía por ser tan mala esposa, madre y ser humano. Pero Dana siempre tenía la fuerza suficiente para levantarse y darle un beso de buenas noches a su pequeña Irina acompañado de un “no te preocupes solo son tonterías de mayores, tu tendrás más suerte, cielo”. Dana tampoco hacía más no porque no tuviera suficiente valor, sino porque ya había perdido suficiente y no quería perder a lo único y más preciado que le quedaba. Así que debía aguantar hasta no poder tenerse en pie.

Por fin llegó el día en que Irina se hizo suficientemente mayor y abandonó el pequeño cuchitril de sus padres. Para Dana ya era demasiado tarde, todavía no era demasiado mayor, pero sus fuerzas ya eran como las de una anciana.
Una noche decidió plantarle cara a Lucas, ya no tenía nada que perder ¿no? Y podía ganarse el respeto que tanto ansiaba y merecía, pero lo que ganó fueron más golpes que nunca. Después de que Dana le dijera todo lo que le tenía que decir a Lucas entre forcejeos, él no consintió ni una palabra más; la atacó con todo lo que pudo y huyó sin dejar rastro alguno.
Así fue como mi madre después de haberlo perdido todo, después de haber dejado sus sueños, sus amigos y su familia atrás, pero con la esperanza de haber empujado hacía delante a una maravillosa mujer, consiguió deshacerse del hombre que le había arruinado la vida tan perfecta que podría haber tenido. Y así fue como un jueves que yo tenía un rato libre, puesto que en la universidad de biología los alumnos estábamos en huelga, encontré en mi vieja casa de infancia a mi madre tirada en el suelo, moribunda pero aún con la mirada llena de esperanza por ver como todavía sus sueños se podían hacer realidad en mí. Así murió sabiendo que su vida continuaría mientras yo nunca dejase de perseguir mis sueños y fuera todo lo que desease ser, sin impedimentos ni ataduras, sin quedarme atrapada como ella se quedó. Y así lo hice, y estoy segura de que mi madre se enorgullece de ello.

Todos tenemos una historia que merece ser contada, ésta es la de una mujer soñadora que incluso después del sufrimiento y la muerte, siguió luchando por una esperanza para su hija.



[25 de Noviembre, 2013 - Día contra la violencia de género]





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