Una calle oscura me atrapa entre sus sombras y paredes
azabache, una gélida brisa de algo que casi podría ser hielo en vez del frío
aire que invade el ambiente, me rodea en una noche tan siniestra como esta. A
mi espalda suenan unos crujidos, y por un momento creo ver una de esas lágrimas
de la noche abalanzarse sobre mí, parece que mi mente ya ha comenzado a jugarme
malas pasadas…
Todos usamos máscaras, con diferentes estilos, diseños, e
incluso objetivo, pero las usamos. Aunque algunos directamente prefieren simplemente
usar maquillaje, quilos y quilos de maquillaje que cubren su rostro tratando de
esconder lo que son tras una falsa y aterradora apariencia. Y todo esto va
siempre unido a un traje, una vestimenta, un disfraz que complementa, ya sea de
forma sutil o muy extravagante y llamativa, ese nuevo papel que se pretende
interpretar lo mejor posible en una noche donde todo acto lúgubre se permite.
Nos pasamos la vida haciendo eso, escondernos y ocultarnos,
siempre aparentando ser lo que no somos simplemente por impresionar a los
demás, por otros fines egoístas o simplemente por miedo, tratando de que nadie
nos descubra. No paramos de usar la hipocresía como modo de vida, de engañar a
las personas de nuestro alrededor, a veces de forma involuntaria o incluso con
buena intención, pero es así. La principal causa que provoca este
comportamiento hasta en las mejores personas es el miedo, uno de nuestros
peores enemigos, sobre todo porque no existe realmente, y lo que no existe no
se puede controlar, simplemente nos invade.
Pero hay una noche que llega para darnos un respiro, un
descanso de todas esas inseguridades. Ya que ese día, cualquier máscara está
bien vista, y todos intentan ser algo diferente de lo que son de forma abierta,
adoptando un disfraz distinto al que solemos llevar habitualmente, mudando de
piel como una serpiente y compartiendo ese personaje con los de tu alrededor,
con toda tranquilidad. Podemos ser lo que queramos, por una noche, incluso
aunque la temática del disfraz no encaje del todo con una noche como esta… todo
se acepta.
Sí amigos, os estoy hablando de Halloween esa noche en la
que dejamos nuestros sentidos lógicos para intentar acercarnos lo máximo
posible a un mundo que no conocemos, el mundo de los muertos. Una noche
terrorífica en la que quién sabe lo que puede ocurrir…
Esta es una noche en la que se supone que se debe dar culto
a todos los muertos y mostrar nuestros respetos hacia ellos, ya que es la noche
que comienza el día de todos los santos. Y así se hace en muchos lugares.
Personas de todas partes acuden en este día a honrar a sus antecesores con una
grata visita y tal vez un detallito en el cementerio.
Pero por otra parte estamos nosotros, los que hacemos de
este día… ¡una fiesta! No me malinterpretéis, no hay que tomarlo como una falta
de respeto, son dos cosas totalmente diferentes. El día de Halloween es el día
de los muertos. Y en esta noche a lo que se hace culto, lo que se ensalza, son todas
esas criaturas terroríficas protagonistas de nuestras peores pesadillas o de
las películas más aterradoras. Es la noche de la intriga, el misterio, ¡de los
caramelos! Como si fuéramos unos golosos americanos más (golosos si que somos)
hemos adoptado esta tradición del tan famoso día de las brujas de Estados
Unidos, aunque cada vez se vean menos niños pidiendo caramelos por la calle, lo
que está claro que no hemos perdido son las ganas de aprovechar cualquier
excusa para hacer algo especial, montar una buena fiesta y pasarlo en grande.
Con disfraces súper originales y elaborados o simples pero intencionados. ¡Es
una noche única al año que hay que aprovechar al máximo!
Yo por mi parte adoro días como el de Halloween, un evento
especial en el que vestirme entera de negro no queda raro y puedo llevar el
aspecto más extraño del mundo si quiero, ¡es el día de la libertad de
apariencia para mí! Y es el día perfecto para reunirte con amigos y compartir
esa creatividad y entusiasmo por hacer algo diferente y especial toda la noche
juntos. Por eso, con el mismo entusiasmo que una niña yo sigo emocionándome
cada vez que se acerca Halloween y comienzo a hacer planes. Películas de miedo,
adornos siniestros, disfraces, pinturas, maquillaje, objetos extraños, caretas,
casas espeluznantes, sucesos extraños, velas… ¡miedo! Pero el mejor miedo que
puede existir, un miedo como decirlo… agradable, un miedo que hace arder tu
corazón entre la niebla de una noche prometedora, pero no lo para, tan solo lo
inquieta con picardía. ¡Adoro todo lo que implica Halloween! La verdad es que
me encantaría que durara un fin de semana entero y poder dedicarlo a todos esos
temas tan siniestros. Pero ya que solo tengo una noche, reúno todo mi
entusiasmo en ella con ganas. Llamadme rara, pero me encanta todo lo siniestro,
así que tened mucho cuidado con quien os encontráis esta noche por la calle…
FELIZ HALLOWEEN!!