Tupida
alfombra
de verde
lino
recubre
mis hombros,
me arropa
si hay frío.
Arbustos,
matojos o plantas,
diferentes
colores, formas,
nombres y
aromas;
conforman
el jardín que admiro
y
constituyen mi hogar,
aquel que
siempre llevo conmigo.
Liquidámbar,
Magnolio y Acer;
belleza
sin más,
no hay
duda ;
tanto en
sus flores
como su
savia bruta.
Perennes o
caducas,
por mucho
que duren sus hojas
las flores
acabarán marchitas.
Las
semillas sin embargo,
viajarán
esparcidas
mediante
enseñanzas y recuerdos
que
germinarán,
sin dejar
al mundo ajeno.
Pequeñas
pero hermosas,
cada día
una hierba nueva me asombra;
colorida u
olorosa,
no hay
duda,
tu eres mi
flor,
mi Rosa.
Grandes e
imponentes,
árbol de
gran copa;
eres mi
apoyo
y cual
trepadora te necesité
para
encontrar la luz inspiradora.
No faltan
las hojas:
compuestas
y coriáceas,
sencillas
y lobuladas;
captan mi
energía
con sus
manos variegadas
dando a mi
angustia consuelo,
acunando
mi perdido corazón
para darle
consejo.
Sí, no hay
duda,
plantaste
este esqueje
que ahora
crece gracias a tu ayuda.
Sí, no hay
duda,
tu eres mi
árbol,
eres mi
sombra,
eres mi
madre,
una mujer
asombrosa.
Eres el
Jazmín
que
endulza mis primaveras,
eres el Madroño
que
alimenta mi alma;
eres el
fruto
que me
empuja hacia mi destino,
eres
aquella plántula
aún joven
en espíritu.
Eres mi
madre,
mi jardín
entero.
Por eso no
olvides
lo mucho
que te quiero.
Una bonita ocasión para recordar el amor hacia una madre y tener un pequeño detalle con ella después de todo lo que ella hace por tí.