Aquel manto blanco sepultaba los trineos dispuestos
aleatoriamente a lo largo de las amplias calles de ese pequeño rincón del mundo
en el que el dulce aroma a leña dentro de una chimenea ardiente, alrededor de
la cual una familia disfrutaba entre risas de las historias que el abuelito
narraba con entusiasmo y ternura a los miembros mas jóvenes de la familia,
inundaba una humilde casa en el frío invierno; en el que el incandescente
sonido de una música suave pero alegre animaba el ambiente en la cocina en la
que pequeños y mayores ayudaban con cariño e ilusión a preparar una cena y
noche especiales; en el que las frondosas luces que no dejaban oscuro y triste un
solo lugar de aquel pueblo, guiaban alegremente por el camino hacia los cálidos
árboles que culminaban esa obra de unión y esperanza jovial y eterna con sus
hilarantes pedacitos de sonrisas azucaradas en forma de bolitas de diferentes y
llamativos colores entre las hojas de muérdago, que reflejaban los ojos llenos
de vida y deseo de unas diminutas personillas esperando con emoción la hora de
abrir esos desmesurados y extravagantes paquetes escondidos sin mucho disimulo
debajo una estrella brillante colgada por encima de sus cabezas.
Esa calle blanca, como un roscón de Reyes cremoso e
intrigante cubierto por cientos de copitos de azúcar sobre una masa esponjosa y
escarchada cuyo interior esconde una gran sorpresa que mantiene vivos montones
de corazones abastecidos débilmente por rutinas indiferentes, nunca había
presenciado mayor muestra de alegría al encontrarse con esos pequeños “Frosti”
y sus imaginativos muñecos de nieve jugando entre carcajadas y misiles gélidos
de cúmulos caídos del cielo y recibidos con admiración por unos ojos incrédulos
e hipnotizados.
Mujeres y hombres paseando de la mano entre idílicos pastos
nubosos abriendo paso a sensaciones renovadas y despertando esperanzas apagadas
y sueños que de otra forma habrían creído perdidos en el olvido. Abrigados
hasta las cejas con divertidas y entrañables prendas tapando cada resquicio de
su piel en riesgo de tomar contacto con el maravilloso hielo que cortaba ese
aire del soleado invierno gobernante e indicador de tan apreciadas costumbres.
Una época tan mágica, tan hermosa… Perfecta para disfrutar
de todo lo que nos rodea, para darnos cuenta de todo lo que tenemos y
aprovecharlo al máximo, para no olvidar y disfrutar de tener la compañía de las
personas que realmente amamos, para recordar que todos necesitamos tener
ilusiones -por muy simples y tontas que sean- como crios ingenuos, para desconectar
de la agobiante rutina en la que nosotros mismos convertimos nuestra vida y en
la cual nos encerramos sin conciencia destructiva pero actuando como tal.
La navidad.
Crecemos, maduramos, nos volvemos mas serios, menos
infantiles, menos ingenuos, más incrédulos y exigentes, reflexionamos, y eso es
bueno y necesario. Pero a veces lo unimos erróneamente con perder esperanzas,
sueños, ilusiones, todo eso que no nos da la vida, pero en gran parte nos da la
felicidad, esa felicidad sin sentido tan añorada. Llegan estas fechas y muchos
ya solo somos capaces de ver el interés del consumismo y los empresarios
egoístas debajo de esta gran fiesta, y peor aún, el egoísmo individual, la
falta de personalidad en la sociedad, las carencias, y los problemas familiares;
convirtiendo esos bonitos recuerdos infantiles de la navidad en algo muy
diferente, en algo no más allá de un engaño.
Nos volvemos inteligentes y no queremos que nos engañen, sí,
pero ¿lo conseguimos? O más importante aún, ¿eso nos hace felices? Disfrutar la
navidad y convertirla en una fecha especial, con eventos especiales que poder
compartir con las personas importantes en tu vida, no es estar engañándonos a
nosotros mismos. Por mucho que creamos que podamos contribuir al desarrollo del
consumismo con nuestro disfrute, eso no debe alejarnos de nuestro principal
objetivo, ser felices. Y si nos va a hacer felices el hecho de creer que unas
celebraciones como estas, con tradiciones tan bonitas y mensajes tan optimistas
frente a la vida, son para disfrutarlas y sacar el mejor significado posible a
estas, creo que de verdad nos merecemos disfrutar de estas fechas dejando a un
lado la decadencia y dando gracias a la vida. Si de verdad analizamos lo que
lleva consigo la navidad, podemos darnos cuenta de que al contrario de lo que
dicen las críticas de algunos, en navidades mostramos la parte generosa de la
sociedad en gran medida, haciéndonos regalos los unos a los otros, sin tener
por qué esperar uno a cambio, simplemente como muestra de cariño o gratitud por
compartir tu vida con esas personas, y esto se muestra más aún durante todos
los años que tantos padres mantienen viva la ilusión y la magia de Papá Noel y
los Reyes Magos, inventando historias, tramando actuaciones y planes, y siempre
contentando y recompensando a los más pequeños de forma desinteresada y con
esfuerzo; ya no solo con los regalos, sino con todo este ambiente que crean, en
el que un niño crece lleno de esperanza. De hecho no hace falta comprar ni ser
victimas del consumo para aprovechar estas fechas tan señaladas, ni siquiera
reunir a toda la familia por obligación interna provocando así un momento
incómodo.
Simplemente se trata de sacarle provecho, de forma especial
y navideña, pero de la forma que mas te haga feliz.
¿Quieres arreglar el mundo? Yo también.
Tenemos todo el año para hacerlo, no te destroces las
navidades y aprovecha y disfruta esta preciosa tradición.
Todos tenemos recuerdos únicos e inolvidables de nosotros
mismos de niños, esperando con ilusión a que llegara la navidad, y sobre todo
esas noches particularmente mágicas en las que las mariposas de nuestros
estómagos armaban tanto alboroto en nuestro interior que no podíamos dormir. Sé
que ya nada es igual, pero eso también tiene muchas ventajas, y no significa
tener que dejar de ver la navidad como una época extraordinaria y llena de
felicidad. Incluso más allá de cómo vaya realmente nuestra vida.
Yo creo que la navidad es una etapa del año perfecta para
dejar a un lado las cosas que nos preocupan y darnos un respiro, porque todos
en algún momento nos lo merecemos, y como a veces no somos capaces de dárnoslo,
¿quién mejor para brindarnos con ese regalo que nuestro querido Santa Claus en
su trineo a propulsión (Papá Noel para los amigos) y esos destacados y
amistosos Reyes Magos a riendas de sus incansables camellos?
Os deseo a todos una muy feliz navidad. ¡Nunca perdáis la
ilusión!
Esta será la última entrada hasta el año que viene así que también PRÓSPERO AÑO NUEVO
¡Espero que empecéis todos el año con muy buen pie!